jueves, 16 de octubre de 2008

Huele a salchichón

Lo prometido es deuda, así que hoy toca hablar de Dama. Un día llegaron estos dos humanos a casa con un olor raro, como a salchichón. Ese día no le di importancia, aunque me extrañó porque en PROA hay mucho vegetariano. El caso es que unos días más tarde descubrí el origen de tan peculiar efluvio: me hicieron entrar en el albergue y allí estaba ella, tiritando de miedo, con el rabo entre las piernas, y una mirada tan triste que partía el alma. Mira que yo no soy sentimental, pero me dio una penilla tremenda. Parecía decir: déjame morir en paz, que estoy ya cansá.

La montaron en el coche y pusimos rumbo a Guadalajara. Allí se tiró todo el fin de semana durmiendo al calor de la chimenea. Yo dormía a su lado por si necesitaba cualquier cosa - una chuchería, una manta.



Esa noche me enteré de que había sido una de las mejores perras de caza de Toledo, y buena prueba de ello eran los perdigones que aún tenía alojados en su cuerpo. Pero cuando empezó a dolerle la cadera por el principio de displasia, su dueño decidió pegarle un tiro. ¡Y es que algunos humanos tienen una idea un poco rara de la jubilación! Ella no lo sabía porque nunca la habían llevado al veterinario, pero también tenía un tumor enorme entre los homoplatos, y su pelo delataba otra complicación: leishmania.

Dormimos los cuatro en la misma habitación, yo sobre mi alfombra amarilla super setentera, digna de un episodio de Cuéntame, y ella sobre un par de cojines para que el frío terrazo no le provocara más dolor. Empezaba así una convivencia que duró algo más de dos meses de la que os seguiré hablando, marcada sobre todo por una cosa: SALCHICHAS CON PASTILLAS.

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