
Yogui era una mezcla de pastor alemán y mastín al que no le gustaba vivir en un piso y que en el pueblo prefería morderle el culo y romperle los pantalones al cartero cuando pasaba a hacer el reparto con la bici. Todos coinciden en que era guapo, y en que nadie tenía la energía, el carácter ni los conocimientos para hacerse con él y al final se fue a vivir con el vigilante de la fábrica, con todo el dolor del corazón de Mari.
Hasta que apareció Rona, una pastorcilla con el pelo más suave que el de Chewie después de un baño. Tranquila, con la serenidad que dan los años en los ojos y en el carácter. Guapa como Yogui y con el mismo aprecio por los ciclistas. Desde que la niña la vio, se convirtió en la perra de Mari: cuando iba a comer con sus padres les enseñaba las fotos, les hablaba de las ventajas que supondría para él adoptar un perro adulto que le obligara a darse los paseos prescritos por el médico. Mari quería, su mujer estaba exhausta y no podía con más obligaciones. Pero cada cierto tiempo, Mari y la niña entraban a escondidas en la web y fantaseaban con sacar a Rona a dar un paseo por los Picos de Europa.
Rona ya no está con vosotros, está aquí. Falleció de repente la madrugada del 24 de diciembre sin causa aparente. Tal vez sintió el mismo dolor que a mucha gente por estas fechas, pensó en los que se fueron antes que ella, en Rusty, en Rambo, en Thalía, y murió de pena. La niña, que cree en estas cosas, dice que se la ha llevado el niño Jesús al cielo para acurrucarse en su lomo en esta noche tan fría. Otros pensarán que simplemente llegó su hora. Lo que tengo claro es que, aunque nunca se conocieron, para mí Rona siempre será la perra de Mari.